La cuarta revolución industrial constituye un factor transcedental de cambio en el sistema internacional. El desarrollo de las nuevas industrias tecnológicas profundizan en las divisiones políticas y económicas entre potencias y regiones de la sociedad internacional. Por un lado, la consolidación de unos centros de poder, que lideran la transformación tecnológica global. Por otro, amplias áreas y comunidades del mundo, que quedan relegadas y excluidas de los principales avances tecnológicos. El resultado directo es una mayor diferenciación y desigualdad entre distintos entornos regionales, así como una mayor rivalidad y competencia entre potencias. 

La cuarta revolución industrial representa un enorme desafío para las estructuras políticas, sociales y económicas de los países, así como para la gobernanza global. Sin embargo, la tendencia general de los distintos agentes es hacia estrategias unilateralistas, que debilitan los mecanismos de cooperación internacional y transferencias tecnológicas. De esta forma, se refuerza el carácter de multiplicidad del actual orden mundial, donde prevalecen numerosas interdependencias y vínculos, pero coexisten distintos sistemas de poder, que rivalizan por fuentes de poder tan relevantes como las nuevas tecnologías.