Dada la reputación de Ramiro de Maeztu como pensador político autoritario que se opuso a la Segunda República española, no es de extrañar que despreciara la política democrática. En uno de sus últimos escritos, por ejemplo, declaró que la democracia era "un disparate" en la medida en que "ningún pueblo se ha gobernado nunca a sí mismo" (Defensa del espíritu, 1958, p. 264). Sin embargo, en este trabajo me centro en la lógica con la que Maeztu explica una excepción a esta regla: los Estados Unidos de América. Como muestro, Maeztu creía que en Estados Unidos se había desarrollado una "democracia máxima" sin precedentes. Esto había sido históricamente posible, pensaba, debido a la existencia de la frontera occidental y al acceso "igualitario" a una plenitud y propiedad aparentemente infinitas que se ofrecía a los ciudadanos estadounidenses. Por supuesto, con el "cierre de la frontera", célebremente anunciado por el historiador Frederick Jackson Turner, la democracia estadounidense ya no podía confiar en la expansión hacia el oeste como fuente de plenitud. Pero para Maeztu, esto no significaba que Estados Unidos se alejara de la democracia; más bien, sostenía que la función que antes desempeñaba la frontera se realizaba ahora a través del imperialismo económico. Al relacionar la democracia con el expansionismo y la dominación de esta manera, expongo que Maeztu hace que la democracia estadounidense sea prácticamente inseparable del imperialismo y, en consecuencia, refleja los relatos anticoloniales contemporáneos sobre el desarrollo histórico de la democracia en el contexto norteamericano. Al mismo tiempo, sostengo que la "democracia máxima" de América proporcionó a Maeztu un complemento crucial para el concepto de "democracia frailuna", que fue una noción que él veía alineada con el proyecto más amplio de la Hispanidad. Sopesando estas concepciones contrapuestas de la democracia y sus distintas orientaciones hacia la expansión imperial, demuestro que, a pesar de sus claras simpatías por el autoritarismo, la idea de la democracia tenía más peso en el pensamiento de Maeztu de lo que sus a veces ligeras descalificaciones podrían sugerir.