Los cambios sociales, políticos, económicos, culturales y, especialmente, tecnológicos acaecidos, han propiciado toda una serie de transformaciones y avances que han posibilitado que, paulatinamente, la tecnología y, en concreto la inteligencia artificial, formen parte de nuestras vidas, a menudo de manera imperceptible. La nueva realidad digital no ha pasado desapercibida para la criminalidad organizada, que trata de incorporar todo el acervo tecnológico a su quehacer en la procura de una mayor eficacia y competitividad en sus actividades delictivas, al tiempo que los avances tecnológicos le proporcionan por igual una mayor impunidad ante la acción represiva del Estado. Realidad que impele a una reformulación de las estrategias de lucha contra la criminalidad organizada y de cómo gestionar los correspondientes desafíos aparejados al ámbito de la seguridad y la inteligencia.

En consonancia con el vertiginoso desarrollo tecnológico, resulta necesario potenciar sistemas ágiles de inteligencia y de seguridad que, basándose en el alcance de las tecnologías de la información y los resultados obtenidos de la gestión del conocimiento, pongan a disposición de la elaboración de políticas públicas de índole criminal y estrategias de seguridad, las herramientas precisas de alcance global, interconectadas y compartidas, permitiendo dar una respuesta eficaz. Asistimos, por tanto, a la tecnificación y digitalización multinivel del sector de la seguridad y de la inteligencia, condicionando el futuro de la aplicación práctica de las capacidades de respuesta ante la creciente informatización y empleo de software, técnicas de minería de datos, explotación de la internet profunda y la incorporación de capacidades de inteligencia artificial, que suscitarán multitud de cuestiones operativas, legales y éticas.