Iluminaciones ilustradas: meditación y atención plena como prácticas de emancipación

Autor principal:
Sebastián Escámez Navas (Universidad de Málaga)
Programa:
Sesión 6, Sesión 6
Día: jueves, 8 de julio de 2021
Hora: 16:00 a 17:45
Lugar: Online

Cultivada de diversas maneras y como referente de un cierto estilo de vida, la atención plena forma parte de la cultura popular. El yoga, la meditación y el mindfulness son considerados generalmente como disciplinas que mejoran la salud física y mental, el bienestar y hasta el rendimiento profesional. Esos son los beneficios esperados por la mayoría de quienes se inician en tales disciplinas y el objeto de una creciente literatura en el ámbito de la psicología, la medicina, la educación, el trabajo social y las relaciones laborales; (Mason, Porter et al., 2020; Lauricella, 2016). En consonancia, la atención plena carece de significación política para la mayoría de sus practicantes. A ello ha contribuido el afán de legitimación científica de quienes formularon el yoga contemporáneo y han promovido las terapias e intervenciones basadas en el Vipassana. La valoración científica del yoga y la meditación ha permitido entenderlas como técnicas disociadas de sus matrices éticas, matrices que sí conllevan pautas ascéticas de actuar en sociedad, como puedan ser el karma yōga del Bhagavad-Gītā o los cinco preceptos del budismo laico ―sīla.

La configuración del yoga como técnica de optimización del propio potencial ha llevado a que, desde la teoría política, se lo identifique como tecnología del yo foucaultiana; tecnología componente de la gubernamentalidad “neoliberal”, con su énfasis en la responsabilidad de los individuos respecto a su bienestar y una concepción de los cuidados como algo a adquirir a través del esfuerzo, la inversión calculada y habilidades como consumidor (Godrej, 2016). El mindfulness también se ha denunciado como defensa del statu quo neoliberal por otorgar un papel secundario a la crítica y la movilización políticas para solucionar los problemas. Ha llegado a emplearse el metaplasmo de McMindfulness para despreciar el método impulsado por Jon Kabat-Zinn, método que se ha tachado de narcisista por abordar los conflictos como un fenómeno mental del cual el individuo puede zafarse si se centra en el presente y evita los juicios reprobatorios (Purser, 2019). Toda esta discusión está plagada de equívocos. Ciertamente, en la industria de la atención plena no faltan productos que casi parodian lo que Foucault denominó biopolítica, como el yoga sobre paddleboard en aguas abiertas (SUP yoga) o el Corporate Mindfulness. Sin embargo, el creador del estándar MBSR (Programa de Reducción de Estrés Basado en Mindfulness) lo fundamenta en la ética de “la compasión, empezando con la compasión hacia uno mismo” entendida como una forma de no-violencia (Zabat-Zinn, 2013:69-70). Tal compasión encerraría un potencial emancipador al proyectarse como indulgencia con respecto al rendimiento exigido y autoexigido en el cumplimiento de toda suerte de obligaciones. Y es que, sobre la base de la compasión, en la medida en que contemplemos desapegadamente nuestros estados mentales, estaríamos dejando en suspenso la fuerza condicionante de pensamientos y sentimientos, lo cual nos ofrecería la oportunidad de explorar nuestros vínculos emocionales con convenciones de todo tipo y refundar nuestro compromiso con ellas de manera más genuina. Eso estaría en consonancia con la Ilustración entendida como tarea de liberarnos de la credulidad opresiva, se plantee en términos radicales (Garcés, 2017) o en los más transversales (¿y menos ambiciosos?) del liberalismo perfeccionista. Junto a ello, el estándar MBSR promueve una experiencia fenomenológica de la otredad que encaja muy bien en la que Judith Butler (2009) reivindica y García Ruiz (2016: 88-94) propone como posible basamento contemporáneo de la fraternidad. Una experiencia fenomenológica que bien cabría entender como resistencia frente a la alienación, frente a una relación malograda con otras personas y el mundo que da lugar a que dejen de resonar en nosotros (Rosa, 2019). De esta manera, el MBSR (y desde luego otros estándares como el MSC ―Mindfulness y Autocompasión) alentaría el mismo tipo de vivencias que el zazen tradicional en Occidente, según se desprende de algunos testimonios (D’Ors, 2012).

El potencial emancipador de la atención plena tendría poco que ver con la autenticidad de unas prácticas conformadas en el marco de lo que Sloterdijk (2001) celebra como renacimiento asiático en el Occidente moderno, puesto que “lo que surge de las nuevas antigüedades son las sombras que pertenecen a la luz de la modernidad”. Las mismas prácticas de atención plena se han interpretado políticamente de manera diversa en Asia moderna y premoderna, en la California contracultural de los años 60 y la de Silicon Valley del siglo XXI; en los dojos valencianos y los festivales tecnomísticos portugueses de hoy. De lo que se trata es de elucidar en qué medida estas prácticas pueden contribuir a la tarea ilustrada de liberarnos de aquello que nos tiraniza y constituir un espacio de libertad colectiva. Una reflexión esta que remite a otra de más calado sobre el significado político de la emancipación en nuestros días. 

Palabras clave: Emancipación, Ilustración, Perfeccionismo liberal, mindfulness, yoga, atención plena, biopolítica