Forma parte de la política educativa el averiguar cómo impacta en la sociedad la ausencia o el menoscabo de alguna de las tres variables claves siguientes: bienestar, alimentación nutricional y calidad educativa. La hipótesis del trabajo es que existe una interseccionalidad entre pobreza, malnutrición y bajo nivel educativo. Cabe analizar la prevalencia de estrés, ansiedad, depresión e insomnio como factores de la salud que tiene un impacto en la educación. Estas alteraciones en la salud tienen una relación significativa con patrones alimenticios no adecuados. El Informe PISA (2018) nos indica que los alumnos con un nivel socioeconómico más favorable tienen un rendimiento escolar medio más alto que los alumnos desfavorecidos socialmente; estudiantes que nacen en hogares con rentas más bajas y una mayor escasez de recursos educativos en el entorno doméstico.