ETA (Euskadi ta Askatasuna, “País Vasco y Libertad”) fue una organización terrorista que durante casi medio siglo actuó principalmente en España y Francia pretendiendo alcanzar la creación de un Estado socialista e independiente en Euskal Herria (una entidad territorial que agruparía a el País Vasco, Navarra e Iparralde o País Vasco francés). El desarrollo de su actividad violenta ha determinado su importancia política, pues los efectos de la violencia que ejerció no se limitaron a las consecuencias que ha podido tener en la opinión pública, sino también al determinar la relación entre los distintos actores políticos vascos.

En este sentido, hay que tener en cuenta que la acción de ETA se inserta dentro de la actividad histórica del movimiento nacionalista radical vasco o izquierda abertzale (patriótica en vasco) la cual ha sido un conjunto informal de organizaciones de diversos tipos interconectadas entre sí. Dentro de este conglomerado de organizaciones, siempre ha existido alguna de carácter político-electoral que se ha centrado en concurrir a los distintos comicios. En la actualidad tal papel sería ejercido por el partido Sortu (formado en 2011) y la coalición en la que este se integra, Euskal Herria Bildu. Los resultados electorales de dicha coalición desde 2012 la han consolidado como una de las principales fuerzas políticas vascas, ostentando desde ese año la condición de principal partido de la oposición al gobierno vasco.

Por otro lado, ante este espacio político de importancia, el resto de los actores de la sociedad vasca se han posicionado hacia él de distintas formas. Así, se han suscitado alianzas entre la izquierda abertzale y otras fuerzas nacionalistas e izquierdistas vascas, como representó el caso del pacto de Estella. Pero sobre todo la condena del terrorismo se conformó como la cuestión que ha estructurado la política vasca, la cual históricamente aisló a la izquierda aberzale (véase el caso del pacto de Ajuria Enea).

En definitiva, en este trabajo pretendemos analizar el papel político que actualmente guarda el recuerdo de ETA entre la población vasca desde una aproximación a las emociones suscitadas hacia dicha organización. Y es que el centrarse en la dimensión emocional al realizar análisis políticos como este se ha demostrado como una apuesta acertada dada la importancia corroborada de los afectos en la política.