La característica principal de la clase ecosocial es que busca hacerse cargo de las condiciones de la habitabilidad de la Tierra, su oponente es la clase “productiva” que defiende el sistema de producción moderno basado en el ideal del progreso. Pero se enfrenta a un doble problema: primero, hasta el momento han sido las instituciones junto con las grandes corporaciones las principales responsables de tomar decisiones para garantizar las condiciones de habitabilidad de la Tierra; y segundo, el dilema de por qué frente a una amenaza que se percibe como inminente, la gran mayoría de las personas, sin contar determinados grupos de activistas, han entrado en una situación de inercia en lugar de movilizarse.

La respuesta a la segunda pregunta gira en torno a que se vive en un mundo de incertidumbre, al contrario del mundo moderno donde todo parecía ser estable y duradero. Hallarse de repente en un clima como el actual nutre la desafección política y no se sabe qué hacer porque no se ha configurado todavía un imaginario que ayude a dar un sentido a la historia. No obstante, si esto se consiguiera a través de la estética y los afectos políticos, que son los principales motores de generación en regímenes liberales, ello permitiría la creación de lo que Latour y Schultz (2022) llaman relaciones de engendramiento, capaces de contener las soluciones top-down que actualmente se están dando.

Así, se planteará que este no es solo un problema de conocimiento, tampoco solo de poder, a diferencia de lo que plantea Huber (2022), sino también uno de subjetivación.