La transformación de la guerra de Ucrania, limitada al este del país entre 2014 y 2022, en una invasión a gran escala por parte de Rusia ha tenido un impacto sin precedentes en los debates académicos, abriendo una oportuna reflexión introspectiva sobre los sesgos, silencios y ausencias en los análisis del llamado “espacio postsoviético” desde nuestras universidades y centros de investigación. Esta autocrítica dentro de los Estudios de Europa Oriental y Eurasia se ha reflejado ya en numerosas publicaciones, como el reciente monográfico del Journal of International Relations and Development, 26:4 (2023). Superar las miradas orientalistas y paternalistas hacia la región, así como la tendencia a centrarse únicamente en Rusia (ignorando a otros países que, como Ucrania, no han figurado tradicionalmente entre las prioridades de los gobiernos occidentales), aparece hoy como un objetivo inaplazable; al igual que la necesidad de incluir más voces académicas autóctonas, que sean aceptadas como contribuciones legítimas al conocimiento científico y no como meros objetos de estudio para los autores del mundo anglosajón. No obstante, esto tampoco implica negar cualquier valor explicativo a las teorías generales o grand theories, sustituyéndolas por interpretaciones particularistas de la especificidad histórica o cultural de estos casos; se trata, en cambio, de establecer un diálogo más fluido entre los Estudios de Área y los enfoques críticos de las Relaciones Internacionales, donde las perspectivas reflectivistas ya se han planteado muchas de las cuestiones que discutimos ahora.